jueves, 28 de septiembre de 2023

MARÍA VICTORIA ATENCIA, POETA DE LA TRANSCENDENCIA EN LO COTIDIANO

LA SERENÍSIMA VOZ DE MARÍA VICTORIA ATENCIA, POETA DE LA TRANSCENDENCIA EN LO COTIDIANO

Nacida en Málaga el 28.XI.1931, acaba de publicar Una luz imprevista. Poesía completa. El propósito de este artículo es enumerar las características generales de la poesía de María Victoria Atencia y una breve semblanza de su vida como contexto, para centrarnos en un análisis de su poemario Marta & María; elegimos este poemario porque sintetiza muy bien algunas de las señas de identidad de la poesía de Atencia.

1. BREVE SEMBLANZA POÉTICA


Se vincula desde muy joven con la revista Caracola, su obra aparece en ediciones artesanales muy cuidadas, ayudada por su marido Rafael León. Bernabé Fernández-Canivell le orienta en sus primeros libros y lecturas, junto con otros autores como Pablo García Baena y el grupo Cántico de Córdoba. Otros autores con los que conversa y le influyen son Jorge Guillén, que califica su poesía como “la serenísima voz de María Victoria Atencia”, a quien dedica El coleccionista; y Vicente Aleixandre, al que dedica Paseo de la Farola. Contaba más tarde la poeta: 


De los dos aprendí el entusiasmo y cómo contenerlo o desbordarlo. De Aleixandre, cierto panteísmo sin reparos. De Guillén, un estar sobre aviso de la confusión (Atencia, 2009, p. 165).


Y también mantiene una abundante correspondencia con Luis Cernuda, Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí, Rafael Alberti o María Zambrano.

Las lecturas que le han influido más son las de John Maynard Hopkins, T.S Eliot, la mística castellana, especialmente el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz, Rilke, Cavafis, Jorge Manrique, Shakespeare, Góngora, Saint-John Perse, Dante, la Biblia, los evangelios apócrifos, Milton, Rosalía de Castro, Bécquer. Pessoa, Emily Dickinson. Y también le han influido autores contemporáneos como Alfonso Canales, Vicente Núñez, Pablo García Baena, Guillermo Carnero, Antonio Gamoneda y Clara Janés, que son citados en sus poemas o les ha dedicado alguno a ellos. 


A María Victoria Atencia la crítica la ha situado, de diversos modos: unos, usando el criterio cronológico, en la generación del 50; otros, en la generación novísima; y otros, han resaltado su independencia literaria sin adscribirla a ninguna generación ni por cronología ni por estilo. 


Su primera publicación data de 1952. Gana el Premio Adonais en 1961 con el poemario Arte y Parte. Antes, en 1959 Carlos Bousoño ya la incluyó en una Antología de nuevos poetas. José Luis García Martín la sitúa en la segunda generación de la posguerra, pero no en el grupo de poesía social, sino entre poetas con otros intereses, entre los que destaca la tendencia culturalista. Otros críticos, como Juan José Lanz y Miguel Casado, la han incorporado a un grupo dentro de la generación de los 50 calificado como “poetas de la periferia”, entre los que están, además de María Victoria Atencia, Ángel Crespo, Luis Feria, Antonio Gamoneda, Vicente Núñez y Manuel Padorno, entre otros. 


Aunque no se ha presentado a premios, ha recibido algunos relevantes: el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2104) por el conjunto de su obra, hasta ahora la única poeta española que lo ha recibido; el Premio de la Crítica (1998), por Las Contemplaciones; el Premio de la Real Academia de la Lengua (2012), por El umbral; el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca (2010); y su nombramiento como Doctora Honoris Causa por la Universidad de Málaga (2011).



2. ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DE SU POESÍA


Se distancia de los poetas de la generación del 50 en algunas características que tienen y ella no: el “tono social, los recuerdos de la guerra, el distanciamiento irónico y la excesiva narratividad” (Badía Fumaz, 2021, p. 16). Sin embargo, son características de su poesía, entre otras, un acendrado lirismo; una espiritualidad expresada con gran naturalidad y belleza; su sentido cristiano de la vida, que se manifiesta en los temas y en los contenidos de algunos de sus poemas.


Ha influido en su recepción que durante quince años no publicó ningún poemario: 


vuelve Atencia en 1976 a la actividad literaria con sus poemarios Marta & María y Los sueños, que motivaron una revalorización de su obra, que será reivindicada en la década de los setenta por los escritores novísimos, en especial, por Guillermo Carnero y por los del Grupo Cántico (García Baena, 1997, p. 98).


Señalamos otras características de su poesía que han destacado los críticos, en especial Rocío Badía, rasgos que compartimos con ellos:


2.1. Poesía hecha de sencillez, de precisión, de concisión y brevedad y de fijarse en lo pequeño, en la realidad cotidiana y doméstica, y a la vez, de hacerlo con hondura. Pablo García Baena la ha calificado de “maestra de la palabra exacta” (García Baena, 1997, p. 98), Como señala otro crítico al comentar su poemario Las contemplaciones (1997):


María Victoria Atencia sigue desplegando en muchas composiciones de este libro esa capacidad suya de ternura, de atención o desvelo hacia una realidad mínima: un vegetal, un objeto, una leve transición en el espectáculo de la naturaleza (…) y la alusión un sentido práctico femenino: “Esta ropa / ¿será la conveniente?” (…) Oscilación, pues, entre lo doméstico y una propensión mística (García Fernández, Eugenio, 1997, p. 73).


Y esa evocación de lo cotidiano, María Victoria Atencia lo hace con sencillez serena, con una paz que transmite al lector en sus poemas:


Una de las constantes fundamentales de su pobra es la serenidad en la evocación de lo cotidiano (“María Victoria serenísima”, la llamó Jorge Guillén): una serenidad patente tanto por la expresión como por el enfoque, que encuentra cauce en el ritmo de sus poemas, un ritmo sereno y fluido que, además de ser la base de lo expresivo, se manifiesta en el tratamiento de los asuntos (Ruiz Noguera, Francisco, 2014, p. 16).


2.2. Depuración formal. Importancia del lenguaje, sin experimentalismo ni vanguardismo, por eso ha declarado en algunas ocasiones: 


Mi vida como escritora ha sido una lucha constante a la búsqueda de esas palabras-joya, que deslumbran entre otras y elevan el tono del poema (Atencia 2009).


Resalta Antonio Gómez Yebra que esta es otra característica fundamental de la poesía de Atencia:


En la obra de María Victoria no hay ni un vocablo de más, ningún término fuera de lugar: todo está perfectamente medido y ajustado al ritmo y su biorritmo. Y llama especialmente la atención el final de cada poema, donde muchas veces se efectúa una ágil pirueta que proporciona valor simbólico a lo que se venía abordando (Gómez Yebra, 2014, 48).


En este sentido de la depuración formal es muy interesante el análisis que realiza Antonio Carvajal del poema Godiva en blue jean, de El mundo de M.V., análisis que esquematiza cada perícopa, los encabalgamientos, los incisos retardatorios de cada verso, las consonancias y las asonancias, y así se revela que la musicalidad y la fluidez de la palabra obedecen a una narración y la música interna está al servicio de lo que la autora desea expresar (Carvajal, 2014, p. 85).


Esta depuración formal se manifiesta también en el orden en la poesía de Atencia, cuya primera manifestación es el mecanismo de contención en la expresión:


La contención en la expresión, de tal manera que la depuración amplia el horizonte de los significados: la poeta se aplica con acierto evidente a la meditación de las cosas cotidianas para potenciar su significado simbólico y explicar su singularidad dentro de una esfera de rasgos sémicos habituales, que segmenta para destacar uno sobre los demás por medio de un rentable mecanismo de individualidad semántica: (…) el mecanismo de desautomatización de la percepción (Garrido, Antonio, 2014, 96).


Otros críticos han destacado en la depuración formal y la concisión y brevedad de María Victoria Atencia la relevancia de la elipsis como instrumento para este fin:


De Góngora, los poetas de la generación del 27 aprenden a emplear la imagen hiperbólica, cercana al surrealismo, y María Victoria aprende el trabajo de la palabra y el verso y la elipsis. (…) Se trata de un camino hacia la concreción, que, en el caso de María Victoria Atencia, no está calculado. Puede que ahí se encuentre una de sus claves, ella trabaja el material en sí a fondo, pero no lo somete a cálculos. Y, con todo, intuitivamente, construye el poema como una ecuación y logra un resultado que puede ser cegador (Clara Janés, 2014. 129).


2.3. La poesía como conocimiento; en una entrevista concedida a la prensa comenta: 


Es verdad lo que dije en su momento y lo sigo pensando ahora: la poesía dispone de mí, sale en mi busca y sólo en ese momento, yo voy a su encuentro. En cierto modo, la poesía es un salto al vacío sin red (Atencia, 2009).


Y también en otra entrevista en la prensa resalta que su libro El hueco y en el titulado De pérdidas y adioses, no manifiesta una visión negativa, sino una admiración por el mundo y un buscar cómo conocerlo mejor:


Mis poemas no son pesimistas y la nostalgia tampoco está en este libro, que se centra en la búsqueda del conocimiento, de claves especiales para explicar lo complicado, lo tremendo y admirable que es el mundo (Atencia, 2006).


2.4. El culturalismo, no buscado, sino como expresión de lo que lleva dentro, de modo que la cultura es manifestación de su vida; así lo ha declarado en repetidas ocasiones: 

Las referencias culturales que salen en mi poesía es porque las vivo y luego las traslado a la escritura: pintura, música, arquitectura forman parte de mi naturaleza. Están vivas dentro de mí. Me siento en ellas como en la poesía (Atencia, 2009).


Como ha destacado Pablo García Baena, Atencia en su poesía une las referencias a la cultura entrañadas en su vida: 


La voz de María Victoria no se desparrama en sabidas erudiciones: (…) la realidad vuelve a enseñorearse en imágenes propias. La vida, su vida, está allí con los Médecis, los Tiffany’s, los museos ingleses, en concisas imágenes de luz, nutridas de difícil precisión (García Baena, 2014, 92).


Es elocuente de esta expresión cultural las referencias presentes en su obra a pinturas, como  

se advierte explícitamente en el poemario Caprichos, en el que la poeta dedica seis poemas a comentar a Goya, magníficamente estudiado por Maria Payeras Grau en Seis miradas sobre Goya (Payeras, 2014, p. 169-180).


2.5. Una nueva forma de introducir la memoria, como un modo de introspección en el mundo personal. Señala Francisco Ruiz Noguera:


Es muy frecuente en su poesía presentar la percepción del mundo –o la memoria que de este mundo se tiene-, por sus efectos, entrando, a veces, en un clima de indeterminación donde realidad, evocación y deseo se mezclan con sutileza (Ruiz Noguera, Francisco, 2014, p. 14). 


2.6. Cierta tendencia metapoética, sobre todo presente en sus últimos poemarios; en ellos la propia escritura aparece como tema del poema, pero siempre velado por diversos niveles de lectura. Como señala un crítico:


El marcado tono reflexivo de su poesía viene dado por la contemplación, la serenidad, la cadencia del verso, el tiempo suspendido en la admiración de la belleza que la arrastra en su música callada hacia los rincones más cercanos a lo espiritual. Tal concepción del poema como proceso responde a una poesía esencialista y depurada que recurre a la tensión y a la ambigüedad significativa. Uno de los elementos más destacados de su poética es precisamente la vinculación representada en los poemas entre el mundo real y el imaginario, entre el mundo cotidiano y su expresión subjetiva que llevan a una lectura polivalente del texto (Candel Vila, Xila, 2014, 78).


2.7. El interés por el vacío y la muerte, presente en su obra sin inquietud, como ha declarado en una entrevista concedida a la prensa: 


Mi naturaleza no se abate ni perturba por el paso del tiempo, ni por la proximidad de la muerte (Atencia 2009).


De todos modos, algunos críticos han detectado en su poemario Las contemplaciones y en otros, señales de una presencia perturbadora del paso del tiempo:


Me parece observar, aquí y allí, indicios de giro en su visión del mundo. Me refiero a esa presencia casi invisible, pero perturbadora y constante, del tiempo. El gozo de la contemplación, el ensimismamiento que derivaba hacia una escritura que era también un acto de agradecimiento por el don de la belleza, o por la realidad sin más, parece ceder paso a una conciencia en la que pesan pulsiones extrañas como el deseo de caída; la sensación de abatimiento, de acecho… A ese ámbito “sin historia, sin angustia, sin sombra de duda” del que habló María Zambrano, lo alcanzan las fisuras. Deja de ser un espacio exento para acoger como huésped –todavía no demasiado imperioso- el ángel de la temporalidad (García Fernández, Eugenio, 1997, p. 73).


2.8. La atención al detalle material y cotidiano, con una mirada atenta a lo pequeño, que sabe conectar con la grandeza y las grandes ideas del hombre, del mundo y de Dios:


Lo sublime de la inspiración no impide esa atención humilde a la materialidad de las cosas: “y me vuelvo buscando la hoja de papel / que me ha de preservar con sólo su crujido” (García Fernández, Eugenio, 1997, p. 74).


Esta conexión entre lo pequeño, lo de cada día y los más hondos pensamientos sobre el ser humano los ha destacado José Luis García Martín:


A lo largo de su trayectoria, sus temas son muy variados, abarcando desde lo que pudiera parecer más intranscendente –un frasco de mermelada inglesa, los practicantes de jogging, su gata persa-, hasta las más graves reflexiones sobre el destino humano, sobre el amor y la muerte. Y es que, en realidad, lo que resulta muy variado son los pretextos de los que parten los poemas: un paisaje, un cuadro, el recuerdo de un amigo, cualquier trivial acontecimiento cotidiano. Pero toda esa disparidad viene unificada por una aguda percepción de la fragilidad y el misterio de la existencia (García Martín, 1990, 228).


2.9. La musicalidad, con compás binario. 


2.10. Su poesía es una poética esperanzada y de atención a lo positivo. Señala un crítico que en Las contemplaciones, aunque aparecen sintagmas que le eran ajenos, como “nada”, que evoca el vacío: 


La afirmación positiva, sin embargo, es irrenunciable: “apuesta por la vida y añade a su grandeza / la levedad, al menos, de un junquillo de marzo. Y en El mirlo, frente a la tentación de la nostalgia, de ese abandono a la irrealidad del pasado, se impone la magia de un presente que primero despierta y luego suspende los sentidos: “En la araucaria, el canto de un mirlo me sostuvo / hasta rayar el alba” (García Fernández, Eugenio, 1997, p. 74).


2.11. Su espiritualidad y fe religiosa, manifestada de muchos modos en sus poemas, como señala un crítico: 


María Victoria Atencia acata la vocación de la escritura con la unción religiosa del que pronuncia el “Fiat” (García Fernández, Eugenio, 1997, p. 74).


Pero esta espiritualidad está arraigada en lo cotidiano y lo pequeño de cada día. Hay en Atencia una mirada contemplativa a lo de aquí, lo de cada día, desde la transcendencia, como señala Francisco Ruiz Noguera:


Ese carácter de mirada y aspiración doble (por una parte, a lo inmediato y, por otra, a lo transcendente). (…) La génesis de la obra de María Victoria Atencia viene a ser consecuencia de la tensión entre dos fuerzas: su arraigo en lo cotidiano y su afán de vuelo (Ruiz Noguera, Francisco, 2014, pp. 10-11).


Esta espiritualidad es explícitamente religiosa y cristiana en algunos poemas y especialmente en el libro Trances de Nuestra Señora, explicada magistralmente con toda su fuerza alegórica por María Zambrano. Juan Antonio González Iglesias lo ha estudiado en algunos trabajos suyos y expresa cómo:


Es evidente que María Victoria Atencia sí ha creído en la Virgen María. O, más claro aún, se le ha hecho presente en un libro definitivo. No hablamos aquí de sus creencias íntimas, que no son distintas, por supuesto. Hablamos de lo que ha sostenido con su palabra poética. En la poesía española (…) ha dicho poéticamente la figura de María y ha pronunciado su nombre para decir su verdad personal (González Iglesias, 2014, p. 111).


2.12. Su andalucismo, al reconocerse “de la estirpe de Bécquer”, donde prevalecen: 


la ternura a la energía, el sentimiento a la lógica, la queja a la provocación; la pasión por el lenguaje, la inspiración barroca, la devoción por la menuda realidad circundante, la convivencia, bajo un cálido sol, con una floración a la que asistimos, la resignación a un fario o destino (…), el sentimiento –y de ahí nuestro tono de elegía- de la doblegación que ha pesado siempre sobre nuestra cultura rural (Atencia, 2009, p. 52).


Este andalucismo de María Victoria Atencia lo ha resaltado también José Infante:


Aunque siempre se ha manifestado en su obra y en sus juicios y declaraciones alejada y ajena de todo localismo, es cierto que la obra de Atencia participa de algunas de las características que definen y delimitan lo que podía llamarse poesía andaluza: riqueza y suntuosidad del lenguaje, un cierto barroquismo, culturalismo vital, entronque con la tradición y con los poetas mayores del 27, cuidado de la forma, etc. (José Infante, 2014, 121).


3. ETAPAS DE SU POESÍA

Hay un cierto consenso entre los críticos sobre las etapas de su obra; son las siguientes, según Rocío Badía Fumaz, de los 22 libros de poemas que ha publicado se puede estructurar su carrera poética del siguiente modo:


1ª etapa: la componen sus tres primeros libros: Tierra mojada (1953), Arte y Parte (1961) y Cañada de los ingleses (1961), caracterizados por un vitalismo y una sinceridad que denota una unión sin separación entre poeta y voz poética.


2ª etapa, que comienza quince años después, tras un largo paréntesis sin publicar. Ha sido atribuida esta larga espera a la experiencia de la muerte de sus padres y de su profesor de la escuela de vuelo en un accidente de aviación, al que dedica el poema Réquiem. Rafael León, su marido, poeta y crítico, atribuye esta larga ausencia de la escritura en su esposa a varias razones: 

-la no concordancia de la poesía de María Victoria con la poesía dominante en ese momento, que era la llamada “poesía social”; 

-el impacto que le produjo leer a Rilke; 

-sus ocupaciones domésticas, que le impidieron escribir, pues es madre de familia numerosa; 

-el apartamiento de Bernabé, Rafael León y ella misma de la revista Caracola, donde había publicado algunos de sus poemas.

Antonio Gómez Yebra, gran conocedor de la obra de Atencia, añade a estas razones, otras:


También pudo ser porque antes de hablar es preciso meditar, porque antes de regar se hace necesario henchir las fuentes, o porque necesitaba el silencio que traspasa y provoca. O quizás se abstuvo de escribir para entregarse al cuidado de sus hijos cuando más la necesitaban. O, como su apreciada Rosalía de Castro, pretendió apartarse de todo exhibicionismo literario durante un periodo. No han de pretenderse nuevas explicaciones (Gómez Yebra, 2014, 28).


En esta etapa que comienza en 1976, se incluyen sus poemarios: Marta & María (1976), Los sueños (1976), El mundo de M. V. (1978). En estos poemarios destacan la atención a lo cotidiano y lo doméstico; el ocultamiento del autor, ahora sí, en varios desdoblamientos ficcionales; la introducción de referencias autobiográficas.


3ª etapa, que abarca desde 1979 a 1984. Durante ese tiempo publica El coleccionista (1979), Compás binario (1984) y Paulina o El libro de las aguas (1984). Se consolida el culturalismo, pero con referencias muy personales a la pintura, la música o el arte.


4ª etapa, que transcurre entre 1986 y el año 2000. Durante este tiempo publica Trances de Nuestra Señora (1986), De la llama que arde (1988), La pared contigua (1989), La intrusa (1992), El puente (1992), A orillas del Ems 1997) y Los niños (2000). Su poesía se vuelve más reflexiva y espiritual. 


Esta cuarta etapa continúa con varios poemarios más en esta misma línea de reflexión y espiritualidad: El hueco (2003), De pérdidas y adioses (2005), El umbral (2011), con un abundamiento en la espiritualidad, la fe en la vida y la contemplación de la realidad, apareciendo una mayor presencia intertextual de la mística.  Además, ha publicado varios poemas hasta entonces inéditos en Las iluminaciones (2014) y en El fruto de mi voz (2014); y varios poemas titulados “de juventud” (con motivo de la Navidad) y también varios inéditos incluidos en Semilla del Antiguo Testamento (2020). 


4. ANÁLISIS DE MARTA & MARÍA:


Es uno de los libros de María Victoria Atencia que más ha llamado la atención de la crítica y ha sido más estudiado. Se abre con una cita de Guillermo Carnero, al que atribuye Atencia el orden

y justificación de los poemas incluidos (Atencia, 2009, p. 164):


Yo escribí ese libro en un momento de tensión y angustia ante un posible desgajamiento y supone mi reencuentro con la escritura después de quince años de silencio. Es decir, que yo desperté de nuevo a la poesía por aquella tensión que encontraba así su modo de estallar y de expresarme. Marta y María, como bien se sabe, tenían un parejo amor –pero “expresado” de distinto modo- por el Amigo de su hermano. Ambas buscaban su perfección en Él y es ahí donde realmente se hermanan: por eso suelo escribir ambos nombres unidos por la cifra &. Aparte de que esa cifra sea también un modo de decoración y una referencia a nuestros viejos impresores. En aquel momento, Marta ofreció todo su quehacer al Amado. María, más allá de eso, eligió la renuncia a cuanto no fuese Él (Ugalde, Sharon Keefe, 2017, p. 6).


Puede ser ilustrativo conocer el contexto del libro, es decir, los pasajes del Evangelio a los que se refiere, pues todo el libro está impregnado de la historia bíblica de la familia, amiga de Jesús de Nazaret: Lázaro y sus hermanas, Marta y María, que vivían en Betania y que eran amigos de Jesús, hasta tal punto que muchas veces, cuando Jesús de Nazareth viajaba a Jerusalén, se alojaba en la vecina Betania, distante de Jerusalén un poco más de un kilómetro. La tradición cristiana conserva el lugar de esta casa, convertida en iglesia; y el de la tumba donde estuvo enterrado Lázaro cuatro días, según el relato bíblico, que aún se puede visitar. 


Lógicamente, el conocimiento de los relatos de los Evangelios proporciona una clave de lectura, y a la vez no agotan la significación del poemario, que, como toda obra de arte, está abierta a muchas posibles lecturas, siempre que no contradigan la esencial que acabamos de señalar. La propia autora ha resaltado que todo el libro está escrito desde la perspectiva de Marta, salvo el último poema, que refleja la mirada de María. Como ha señalado Badía: 


la dualidad presente en el título nos propone dos formas de vivir, la vida activa y la vida contemplativa, pero no nos aboca a la elección, sino que sugiere el conflicto entre los dos impulsos y, a la vez, la necesidad de ambos (Badía Fumaz, 2021, p. 46).


Vamos a analizar algunas características del poemario y algunos poemas. He identificado diez características y vamos a verlas a continuación:


4.1. Referencias culturales en sus poemas, que, como hemos dicho, no son buscadas ex professo, sino que surgen de su vida, de sus lecturas, de su interior en definitiva. Por ejemplo, en Saudade (Atencia, 2021, p. 162), con sus referencias a Haendel, Corelli y Rosalía de Castro:


 

La ventana da a un mar gris plata, con su jábega,

y hay en el cuarto música de Haendel y Corelli.

Repaso tu tristeza, Rosalía.

Si pudieras cederme tu correlato justo

de saudade, alcanzara a dejar este peso

y a subir poco a poco por tus altas ternuras.


¡Qué reseco este sur y qué húmeda tu tierra!

En Padrón me dirás el nombre de las flores.

Confrontaremos épocas, repasaremos cartas,

tu bargueño abriré más que exhaustivamente.

Déjame que me vea reflejada en tu espejo

y no falte a mi canto la palabra precisa.  

 


4.2. En cuanto a la forma, concisión, equilibrio, serenidad. Concisión que busca, como acabamos de leer “que no falte a mi canto la palabra precisa”. Y una perfección formal rítmica y métrica: “Brevedad, con tendencia al verso blanco alejandrino, sobre todo, y preferencia por la rima asonante,

cuando la hay” (Badía Fumaz, 2021, p. 26). 


4.3. Imágenes que exploran la debida proporción entre la realidad y su expresión bella, como por ejemplo en el Poema Puerto Banús (Atencia,  2021, p. 158), en el que aparece reflejado el puerto y sus yates en un cristal de una boutique vacía y el puerto es bello, pero desluce en los cristales, los mástiles de los barcos y unos galgos afganos también declinan su belleza; hay misterio y una luz imprevista:


 

Bello y triste a la vez este puerto llovido

que la montaña enmarca y perfilan los barcos.

Todo es melancolía. Bandejas de pañete

olvidan corazones y cruces de cristal

de roca para el cuello de alguna enamorada.


Desluce en los cristales de una boutique vacía

el aire de los mástiles, y los galgos afganos

declinan su belleza. Balancean los yates

historias ocultadas a los lentos peatones.

Todo tiene el misterio de una luz imprevista.

Parece que le hubiéramos dado la vuelta al mapa.

 


4.4. Esta realidad cotidiana está presente en su poesía y es para ella fuente de conocimiento de sí misma y de la transcendencia. Ha sido calificada de poeta de la atención (Ugalde, 2017, p. 17),  receptora de la realidad (Ciplijauskaité, 1998, p. 39). Por ejemplo, aparecen con frecuencia en sus poemas fechas: “1 de diciembre”, “Adviento”, abril, junio, San Juan, 28 de noviembre, tres de mayo. P. e. el poema 1 de Diciembre (Atencia, 2021, p. 157), en el que, además de las fechas del 1 de diciembre y de Adviento, salen los jardines, el viento del poniente, los peces, las orillas, el serrín, las muñecas de trapo, las tejas, los aleros, los barcos, la lluvia, los sauces, el recental, el frío y concluye: “estuvo a punto el té, como todos los días”:  


 

Marchaba por su curso el Adviento y se estaban

quedando los jardines a merced del poniente.

Algunos animales prosiguieron en celo.

Escurrían los peces su plata en las orillas.

Derramaban serrín las muñecas de trapo

y sintieron las tejas verdecer sus aleros.


La tristeza de los barcos no aumentó con la lluvia

ni lloraron los sauces más de lo conveniente.

Encontró el recental las ubres deseadas.

Ajenos, los amantes continuaron su sueño.

Y aunque el frío finísimo paralizó mi sangre,

estuvo a punto el té, como todos los días.  


Esta realidad cotidiana está constituida de lugares como Puerto Banús, Padrón, Calle del Ángel o como el cuarto donde vive y el lecho donde duerme, en el poema El lecho (Atencia, 2021, p. 165), que concluye deseando un hálito nuevo para llevar a cabo el empeño cotidiano de la vida:


 

Hace caer el ánimo el final de la noche,

su abierto ojo con pupila de acero.

Llega por las rendijas un primer testimonio

de cuanto quedó afuera. Esperarse no puede

que la sonrisa torne, pues que la pena vive 

en este cuarto solo de dolor y llanto.


Sobre su centro gira el lecho endurecido,

y recojo su carga pues no debe encontrarme

su luz desprevenida y buscando en un hueco

que mis manos se saben de recorrer ansiosas.

Ha de mecer un hálito mi pecho nuevamente

para llevar a cabo el cotidiano empeño.


 

4.5. La espiritualidad. Y específicamente la fe cristiana que profesa. Su adentramiento en el misterio, en cierto modo, como una mirada mística y un sentimiento de anhelo. En todo el poemario

está presente el relato bíblico de Lázaro, Marta y María y su relación con Jesús de Nazareth, como intertexto, con diversas manifestaciones: no hay que olvidar que parte del relato bíblico de esta familia es la resurrección de Lázaro, el hermano de Marta y María. Varios poemas tienen presente esta historia, como el poema Día de la ira (Atencia, 2021, p. 161), Blanca niña muerta habla con su padre (Atencia, 2021, p. 163), en el que escribe versos como estos: “Tanto amor tuyo tengo que no te estoy ausente” y concluye “Sonríe, pues que vives solo para lo bello”.  


4.5.1. La tensión entre lo ordinario o cotidiano y la irrupción de lo extraordinario, por ejemplo, en el El Viaje (Atencia, 2021, p. 172):


 

Esta ha sido mi casa, mas no me reconoce

cuanto en ella guardé. El tiempo cambia el gesto,

la luz y los encuadres de las cosas más propias.

Debió darme el viaje apariencia distinta,

por eso no hubo júbilo en lo que atesoraba:

el ala de un gran pájaro los cuartos ensombrece.


Entornaré los ojos, me acercaré despacio

y palparé uno a uno los lomos de mis libros.

Me llegaré a los bronces por si al tocarlos tienen

la medida del frío que requiere su vida.

Esta querencia mía encauzarla quisiera

para ver si con ella renace su ternura. 


4.5.2. El doloroso esfuerzo por sobrevivir con dignidad: en varios poemas, como por ejemplo, El duro pan (Atencia, 2021, p. 170), que resaltan con vigor los infinitivos de cada verso y las acciones de los verbos: huir, desgajarme, morder, ahogarme, salirme, prenderme, clavar, hacer trizas, hundirme, invadir, reventar; y los sustantivos y adjetivos: insomnio, la última gota, angustia, dolor, lágrimas, duro, egoísmo, tumulto, desamor, collar de escarcha, agujas oxidadas, sienes que pesan, peso impuesto, hiel:


 

El insomnio beberme hasta la última gota.

Huir campo a traviesa, de par en par los brazos.

Conocer de qué angustia me llegan mis poemas.

Desgajarme el vestido con dolor y sin lágrimas.

Morder el duro pan del egoísmo ajeno.

Ahogarme en el tumulto que por dentro me invade.

Salirme del teatro que a diario me ofrecen.

Prenderme el desamor con un collar de escarcha.

Clavar en mi acerico oxidadas agujas.

Hacer trizas las horas que en las sienes me pesan.

Hundirme poco a poco con este peso impuesto.

Aguardar el momento en que la hiel reviente.

 


Este esfuerzo por vivir la vida diaria con dignidad, a pesar de la dificultad, tiene un lugar para la esperanza: en el poema La gallina ciega (Atencia, 2021, p. 171), en el que la poeta busca un estímulo que la mantenga viva desde que sale el sol hasta el ocaso, sin pañuelo que ciegue su vista y atempere las dificultades, pero acaba con el verso: “Si un valle me encontrara, alzara allí mi tienda”. Más explícita en la esperanza es en el poema La moneda (Atencia, 2021, p. 168); en él se esfuerza por buscar lo bueno de la vida y concluye:


 

En este instante mismo en que tu limpia sangre

se sabe acorralada y te sube la marea

tenazmente a la boca y en la entraña te surge

un poco de arrebato y eres un ave herida

con un lejano nido y sin poder de vuelo,

y en tus muros salpican quebranto y amargura,

es cuando tú debieras acercarte hasta el arca

de recuerdos guardados por tiempos y estaciones,

que te adornes el pelo con blancos edelweis, 

que te sirvan de gloria sus cartas iniciales

y cobres la moneda que un día te entregara:

como tu vida misma, tiene anverso y reverso.

 


4.5.3. La renuncia vinculada a la desposesión y a la entrega, como en el poema Dejadme (Atencia, 2021, p. 163), en el que la poeta vuelve a su madre:


 

Dejadme como cuando nací desnuda y sola,

vacía de palabras, sólo aire en el pecho,

y en mis venas corrían los cursos de un arroyo.

Que vuelvan a su origen los gestos usuales

y que al abrir mis ojos solo penetre en ellos

un punto de luz pura.

Que por la enredadera de las horas se pierdan

mi memoria y mi nombre. Que el tacto de las rosas

me abandone en la tarde, y en la humedad del alba

retorne nuevamente al olor de las juncias.

Dejad que sin zapatos siga andando y regrese

de muy lejos al pecho caliente de mi madre.  


4.6. La importancia de lo concreto, como influencia de Jorge Guillén. Y, en particular de lo doméstico, como en el poema Con la mesa puesta (Atencia, 2021, p. 167), en el que representa una escena familiar: Con la mesa dispuesta, con los sitios precisos / (…) donde comemos seis, bien pueden comer siete / y el pan compartiremos y la sal de las horas / (…) Las risas de los niños / seguirán sobre el blanco mantel de bordados / aunque sienta en acecho, mientras sirvo, tus ojos.


4.7. La referencia autobiográfica es continua también en todo el poemario, aunque más o menos velada, porque el poemario también desea transcenderse, como en Mujeres de la casa (Atencia, 2021, p. 164), en el que aparece el gusto por lo concreto y cotidiano y por lo doméstico:


 

Si alguna vez pudieseis volver hasta encontrarme

(bordados trajes, blancas tiras, encañonados

filos para el paseo, palomas de maíz,

28 de noviembre, calle del Ángel, 1),

mujeres de la casa,

cómo os recibiría, ahora que os comprendo.

Quebraba vuestro sueño con sobresalto súbito,

y espantabais mi miedo deslizando las manos

por mis trenzas tirantes, me limpiabais los mocos

y endulzabais mi siesta con miel de Frigilania.

Dejadme ir a vosotras, que quiero, blandamente,

patear como entonces vuestro animal regazo. 

 

La infancia, recordada y revisitada desde el presente, que lleva a una vuelta a las raíces y al origen de su vida, como en el poema Muñecas (Atencia, 2021, p. 164), en el que la poeta rememora las “muñecas que pasasteis un día por mis manos”, y llegan al embozo de su cama con fiebre y le ayudan en su vida presente, que quiere más poseída, vivida, incorporada, “como un vaso de fresca naranjada reciente”. 


4.8. La reflexión sobre el paso del tiempo, como este poema titulado San Juan (Atencia, 2021, p. 160), en el que el protagonista es el tiempo, que la autora quiere detener, tiempo de junio en el que florece la jacarandá azul, que ya la está dejando, el solsticio, el fruto de la higuera que estalla, la vida que pasa: hoy, ayer, mañana, con rapidez y sin tregua y el tiempo siempre y las horas que pasan y la poeta quiere sujetarlas:


 

Junio, jacarandá azul que ya me dejas,

llévame de la mano al fuego del solsticio

con candelas que salte mientras se extiende el trébol

y me persuade un mar que belleza asegura.

Inciertas margaritas mullen el campo a golpes

y el fruto de la higuera estalla en leche y miel.

La vida me recorre, hoy, ayer y mañana,

con rapidez sin tregua y no suspenso giro.

El tiempo, el tiempo siempre; el tiempo, el tiempo, el tiempo:

Saltaré mientras dure la comba de las horas.

Mi salteador, el tiempo. ¡Oh, sujetadme a un tronco,

sujetad este pie, sujetad esta noche!  


 

4.9. La anticipación de la vivencia de la muerte, p.e. en este poema titulado Entre los que se fueron (Atencia, 2021, p. 158), en el que parece que la poeta visita un cementerio con sus mármoles y avenidas, su silencio, sus nombres entrelazados en las lápidas, sus verjas y la predestinación; y aquí, bajo esta luz encuentra el significado preciso de la vida como un libro abierto:


 

Entre los que se fueron, por estas avenidas

voy más llena que nunca. Roza la primavera

mi piel como un anuncio de lo que se avecine.

Mármoles y naranjos, el rumor de una abeja

y un silencio tan solo comparable al momento

en que van a cruzarse dos predestinaciones.

Narcisos dejaré más allá de esta hora

y que toquen sus pétalos nombres entrelazados.

Fuera de este recinto está el vacío sobre

la ciudad anhelante a cuya luz me encuentro

con el significado preciso de la vida

como un libro que abriese de par en par sus verjas. 


También en muchos otros poemas está la anticipación de la muerte, como en La maleta (Atencia, 2021, p. 166), pues la poeta guarda una maleta, con ediciones preciosas de san Juan de la Cruz, rosas de Alejandría, los Cuadernos de Malte en referencia a Rilke (de nuevo la cita mística y culturalista), pero concluye:

 


Mas no podré pasarlos: se va allí de vacío

si, por añadidura, no se nos ofreciera


otra riqueza contra la que prevalece

el paso de los tiempos. 

 


O el poema Expolio (Atencia, 2021, p. 166), que concluye: “Es tiempo de aprender a morir poco a poco”. Más explícita sobre la muerte es Atencia en el poema Con la mesa dispuesta (Atencia, 2021, p. 167), que encabeza con una entradilla que reza: “Y un solo trago, la muerte”:


 

Con la mesa dispuesta, con los sitios precisos

ya que no te esperábamos, me llegas de repente

sin que puedas por eso hallarme desaviada:

donde comemos seis, bien pueden comer siete,

y el pan compartiremos y la sal de las horas

sobre nuestras cabezas.


Porque tengo hecho el ánimo y no ha de notar nadie

ningún cambio en mi rostro. Las risas de los niños

seguirán sobre el blanco mantel de bordados

aunque sienta en acecho, mientras sirvo, tus ojos.

Tragar ya me es difícil. La garganta está helada.

Marcharé sin protesta allí donde me lleves.


 

O en este otro poema, Casa de Blanca (Atencia, 2021, p. 169), en el que la poeta recuerda a su amiga, ya muerta:


 

No llamaré a tus puertas, aldaba de noviembre:

el árbol de las venas bajo mi piel se pudre

y una astilla de palo el corazón me horada.

Porque tú no estás, Blanca, tu costurero antiguo

se olvida de los tules, y el Niño de Pasión

va llenando de llanto el cristal de La Granja.


Tiene el regazo frío tu silla de caoba,

tiene el mármol tu quieta dulzura persistida

y bajo tu mirada una paloma tiembla.

Perdidamente humana pude sentirme un día,

pero un mundo de sombras desvaídas me llama

y a un sueño interminable tu cama me convoca.   


4.10. Y, como un hilo que une todo el poemario, el yo lírico que intuye la transcendencia en lo ordinario, en la cotidianidad del momento, en el que se encuentra el amor que supera el dolor, que se abre y acoge, el amor que da sentido último a la vida. La poeta encuentra la transcendencia y encuentra a Dios en lo cotidiano; a decir de un santo del siglo XX: “Hay un algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes (…); toca a cada uno descubrir ese algo divino que en los detalles se encierra, pues en la línea del horizonte parecen unirse el cielo y la tierra, pero donde de verdad se juntan es en vuestros corazones” (Escrivá de Balaguer, 1986, p. 236 y 238). En el poema Heredarán los campos (Atencia, 2021, p. 162), dice así:


 

Ahora que quiero hablar, dame todas las fuerzas

de las que he carecido. Pues se te fue la mano

en amor y dulzura, y así no me es posible

despojarme de un miembro en un momento dado.

Podré cortar con fuerza, construir, destruir

de nuevo si es preciso, sacar el alma a flote.

¿A quién he de temer, si la razón me asiste?

Mas ser el centro y eje donde todos se apoyan

hace que el cantearme me resulte más duro.

Los que nada poseen heredarán los campos

Y serán levantados sobre viento y marea. 

 

 

Y siempre omnipresente, como intertexto, la historia evangélica de los tres hermanos de Betania, Lázaro, Marta y María. En el poema Si la belleza (Atencia, 2021, p. 171) se transparenta el jarro de perfume que llevó María y lo rompió derramándolo sobre los pies y cabellos de Jesús y éste comentó, ante las críticas que le proferían: “Dejadla, ¿por qué la molestáis? Ha hecho una buena obra conmigo. (…) Ha hecho cuanto estaba en su mano: se ha anticipado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura” (Mc, 14, 6-8):


 

Si la belleza debe ceder en su frescura

no dejes que se extinga en mí su poderío,

pues si di preferencia a otros dones, no tuve

en menosprecio el alto valor de tus obsequios: 

la posible hermosura de que tú me colmaste

o que así parecía a quien más que a mí quise,

porque me concediste gozar crecidamente

de apasionado amor, con exceso llenando

el jarro que dispuesto llevé para la cita.


Resquebrajado el barro, sin lañas ni remiendos,

déjame una prestancia que demore a la muerte. 

 


Esta escena que sucedió a María en casa de Simón el fariseo, concluye con el elogio de Jesús a María, dirigiéndose a Simón: “Por eso te digo: le son perdonados sus muchos pecados, porque ha amado mucho” (Lc, 7, 47). Y esta verdad conmovedora del amor de los tres hermanos por Jesús de Nazareth es el que se refleja, ya sin velos, en el último poema del libro, titulado Marta y María (Atencia, 2021, p. 173), en el que la poeta da voz a María, que habla a Jesús sentada a sus pies, como muestra el Evangelio de San Lucas (Lc, 10, 38-42):


 

Una cosa, amor mío, me será imprescindible

para estar reclinada a tu vera en el suelo:

que mis ojos te miren y tu gracia me llene;

que tu mirada colme mi pecho de ternura

y enajenada toda no encuentre otro motivo

de muerte que tu ausencia.

Mas qué será de mí cuando tú te vayas.

De poco o nada sirven, fuera de tus razones,

la casa y sus quehaceres, la cocina y el huerto.

Eres todo mi ocio:

qué importa que mi hermana o los demás murmuren,

si en mi defensa sales, ya que solo amor cuenta. 


5. CONCLUSIONES:


5.1. María Victoria Atencia es una poeta con 22 poemarios con unas constantes en su poesía desde el principio de su creación y ha sido integrada en la generación de los cincuenta, en los novísimos o como una autora independiente.

5.2.  Las características formales de su poesía son la concisión, la brevedad, la búsqueda de la palabra exacta, la precisión, la sencillez. Acude casi de modo habitual al alejandrino y a la rima asonante, cuando la hay.

5.3. Desde el punto de vista del contenido sus temas son la vida cotidiana, incluso doméstica, lo concreto; frecuentes referencias autobiográficas; el paso del tiempo, la muerte como una realidad cercana.

5.4. Hay frecuentes alusiones culturalistas, que surgen naturales del propio poema.

5.5. La espiritualidad y fe religiosa cristiana que se manifiesta expresamente en algunos poemas e implícitamente  en el modo de abordar la vida cotidiana de modo esperanzado y la muerte como una antesala de la vida nueva. 



miércoles, 20 de septiembre de 2023

VOCES HISPÁNICAS DEL SIGLO XVIII. La fe de los escritores ilustrados que transformaron España

Acaban de publicarme en editorial Rialp este libro: “Voces hispánicas del Siglo XVIII”. La Fe de los escritores ilustrados que transformaron España.
Es continuación del anterior que publiqué, “Voces del Siglo de Oro español”. Cuando España era el centro del mundo.
En estos libros trato de poner en contexto histórico las vidas de estos autores y abrir ventanas con textos de sus obras, para animar a leerlas directamente, pues quien  lo haga se enriquecerá humana y espiritualmente. Jovellanos, Feijoo, Torres Villarroel, Isla, Jorge Juan, Junipero Serra, Leandro Fernandez Moratin, Iriarte, Cadalso, Samaniego, Celestino Mutis, Meléndez Valdés… tienen mucho que decirnos.




martes, 18 de enero de 2022

LA BELLEZA DE LA CREACIÓN EN EL POEMARIO “ALUMBRAMIENTO”, DE DANIEL COTTA

 LA BELLEZA DE LA CREACIÓN EN EL POEMARIO “ALUMBRAMIENTO”, DE DANIEL COTTA



1. INTRODUCCIÓN


En este trabajo intentamos realizar un análisis teológico-literario del bellísimo poemario Alumbramiento, del poeta malagueño Daniel Cotta, recientemente publicado por la prestigiosa colección Adonais, de Editorial Rialp. Y lo primero que asombra al abrir sus páginas es la combinación nada frecuente de varios elementos: un profundo conocimiento científico de la astronomía; una sólida base teológica en las verdades de fe cristianas; y una deslumbrante belleza literaria, que combina silvas, sonetos, quintillas, romances, romancillos y otras estrofas con una variadísima gama de figuras literarias. El conjunto constituye un poemario de altísimo nivel que, en mi opinión, quedará como una cumbre de la poesía de comienzos del siglo XXI.


Pero, volvamos al autor. Daniel Cotta, Málaga, 1974, es profesor de Lengua y literatura castellana en el instituto de educación secundaria de La Carlota, Córdoba.


Ha publicado varias novelas y poemarios. De las primeras: Videojugarse la vida (Madrid, Funambulista, 2012), Verdugos de la media luna (Córdoba, Almuzara, 2018), El duende de los videojuegos (Sevilla, Premium Editorial, 2019; VI Premio de Narrativa infantil y Juvenil de la Diputación cordobesa). Entre sus poemarios, destacan: Beethoven explicado para sordos (Córdoba, Diputación, 2016; Accésit del XXV Certamen de Poesía Rosalía de Castro); Alma inmortalmente enferma (Córdoba, Detorres Editores, 2017), Como si nada (Jerez, Col. DKV de poesía, 2017), Dios a media voz (Caravaca de la Cruz, Ayuntamiento, 2019; Premio Albacara y Premio Nacional de Poesía Mística San Juan de la Cruz, 2018), El beso de buenas noches. Poema (Sevilla, Renacimiento, 2020) y Alpinistas de Marte (Valencia, Pre-textos, 2020, XXIII Premio Antonio Oliver Belmás).


El libro Alumbramiento, publicado dentro de la Colección Adonais, de Editorial Rialp, con el número 677, en 2020, contiene cincuenta y cinco poemas, distribuidos en cinco capítulos con los significativos títulos de Dios del universo, con dieciocho poemas, que trata principalmente de la creación del universo y el amor de Dios que lo sostiene; Creador, Padre y Redentor mío, compuesto de ocho poemas, que aborda la persona de Jesucristo y su obra creadora y redentora; Un poco inferior a los ángeles, formado por catorce poemas, cuyo foco es la creación del hombre y su relación con Dios; y Ni ojo vio ni oído oyó, integrado por catorce poemas, cuyo tema es la vida eterna en la fe cristiana. Todos ellos van precedidos de un texto de introducción, titulado Instinto materno y un colofón, que constituye el quinto capítulo, bajo el epígrafe Sinfín, con un solo poema que lleva por título Los coros del universo.



2. COMENTARIO


Comienza el libro con el poema Instinto materno, silva en endecasílabos blancos combinados con heptasílabos. Teológicamente, el poema es un canto a la creación desde el punto de vista de Dios Creador, en su soledad de espera, que crea por amor y con el gozo de una madre:

La tuya fue una soledad encinta.

Gestabas en tu seno todo el Génesis


Dios crea el mundo por amor y mantiene la creación en la existencia con su amor: 


La tuya fue una soledad de espera.

Querías a tu fruto antes de verlo,

amabas antes de tenerlo al Cosmos,

sabías en tu Ser que lo amarías

más allá de la muerte, más allá del vacío.

Y en toda la creación hay una huella de Dios. San Buenaventura llamaba a la huella de Dios en lo creado, los vestigios de Dios  y Santo Tomás de Aquino la semejanza de Dios en la criatura racional y el vestigio de Dios en la obra de la creación :


Sentías un latir dentro de Ti

y acariciabas su compás profundo

con mimos de alegría primeriza.

En tu mesa, un billón de hojas en blanco

y un inmenso argumento para todas.

 

Ese argumento del poema, que es la huella, el vestigio de Dios, perdura ahora y sostiene en la existencia a la creación: “todas las cosas se llenan de Dios, del dolor y la alegría de Dios, por los siglos”. Así lo asegura la teología cristiana y así lo expresa bellamente el poema:


Cuando llegó la hora, 

el parto se alargó, llenó las cosas 

de ese dolor de Ti, de esa alegría

de Dios que se desborda por los siglos,

por la luz, por la sombra, por la vida…


Y concluye, para afirmar esta verdad profunda, que Dios continúa en su tarea de dar a luz al Universo, sosteniéndolo con su amor en la existencia, un amor que transciende las palabras humanas insuficientes para expresarlo y por eso se puede hablar de Dios Madre y de Dios Padre, pues Dios es un ser personal espiritual, sin cuerpo y, por tanto, sin sexo:


El gozo de Dios Madre

que sigue dando a luz el Universo.


Abundando en esta verdad cristiana un autor contemporáneo de tradición judía, George Steiner, en Nostalgia del Absoluto , señala esa nostalgia de Dios que observa en la creación y el vacío moral y emocional que ha dejado en occidente la ausencia de religión, la nostalgia de Dios, que ha intentado cubrirse por “religiones sustitutivas”: las ideologías contemporáneas, el marxismo, el psicoanálisis de Freud, la antropología de Levi-Strauss, la astrología, el ocultismo y los cultos orientales -y añadiríamos el nihilismo de Nietszche-; todos ellos, según Steiner, intentos fallidos de dar una respuesta a la crisis de sentido que afecta al hombre moderno. Son eso, nostalgia de lo Absoluto, sustitutivos de una necesidad inscrita en el corazón del hombre: la necesidad del “Amor que mueve el sol y las estrellas”, en frase de Dante Aligheri .


I. DIOS DEL UNIVERSO


Continuamos analizando cada uno de los capítulos del poemario, comenzando por el primero, dedicado a Dios Padre Creador del universo. Conocemos por la teología cristiana que las obras ad extra de Dios, como la creación, son fruto de la acción de toda la Trinidad; esta es también la teología que subyace en el poemario y que el poeta Daniel Cotta demuestra conocer con hondura; y con entusiasmo manifiesta su fe en su verdad y su belleza.


Pero antes de continuar en este análisis teológico, desearía resaltar otra característica del poemario que ya señalé al principio: el profundo conocimiento del autor de los descubrimientos recientes de la astronomía que afloran en los poemas, lógicamente de modo literario. Así, salen citadas: la mecánica cuántica, los agujeros negros, las supernovas, las Perseidas, “el helio y el hidrógeno, / que queman las galaxias más masivas”, las Enanas Blancas, las Supergigantes, la galaxia MC-612, que “su radio es de seis mil quinientos pársecs. / Parece que en su núcleo mora un púlsar”. Veamos un ejemplo:


LOS PARA QUÉ DE DIOS

Dios de los Cielos, ¿para quién hiciste

la galaxia MC-612?

Levita en un confín del Universo.

La descubrió un astrónomo polaco

ayer mientras cenaba.

Su radio es de seis mil quinientos pársecs.

Parece que en su núcleo mora un púlsar

y su luz ha tardado

diez mil millones de años en llegarnos,

luego es probable que quizás no exista.

Señor del Cosmos, ¿para quién la hiciste?

Su mero empeño en ser se te podría

tachar de omnipotente extravagancia.

Su existencia es testigo

del primer hálito del Universo.

¿Para quién destinaste esa galaxia?

¿Tal vez para ese astrónomo polaco

agnóstico y perdido

que vio en su luz remota

la huella más antigua de tus ojos?    


El autor no sólo canta a la creación del universo, sino a la pequeña creación que nos encontramos a diario, tan hermosa como los astros, y pide que fijemos nuestra mirada también en ella. Con frecuencia juega en el poema comparando ambas y gozando en su belleza. En un poema titulado Dios de lo pequeño, después de citar las galaxias, los asteroides, las Enanas Blancas, las Supernovas y los Agujeros Negros, pregunta a Dios: “¿por qué esta margarita?”. Y en el poema Literatura comparada también juega con esta comparación en endecasílabos y heptasílabos, con rima en asonante en los versos pares:


LITERATURA COMPARADA


Más fue la mariposa que la estrella.

Más fina orfebrería

levanta el vuelo en el batir de un ala

que en un arder de fraguas infinitas.

Más hubo que tallar en una rosa

que en la diadema zodiacal de libra.

Más mimo, más esmero

contienen las pupilas 

del águila y del lince

que todas las Perseidas en caída.

Más linda es la libélula,

más perfecta es la hormiga,

más valioso el jazmín,

más cálidos el álamo y la encina

que el helio y el hidrógeno

que queman las galaxias más masivas.

Lo que escribiste, Padre, en esas bóvedas

fue toda una epopeya de energía,

un canto heroico, un himno. Y en la Tierra,

en la Tierra, ¿qué hiciste? ¿Poesía?    


Cotta ve poesía en la creación del universo y en la creación de las plantas, flores y animales y concluye que Dios es un poeta, en un poema titulado Un verso tuyo: 


No lo niegues, Señor: eres poeta. 

Tus obras te delatan.

¿Por qué creaste una epopeya al sol

y una canción para la luna blanca? 


Y continúa con las églogas de los ríos, las odas en las montañas, las doradas elegías al ocaso, los epitalamios para el sol y el alba… y concluye: 


Las cosas de este mundo no están hechas,

están versificadas. 


Y todos sus poemas constituyen un diálogo, una conversación con Dios a quien pregunta “¿Qué quisiste decirnos con el río?”. Y después de preguntarse varias posibles respuestas, concluye que también la creación es una respuesta de Dios a las preguntas que le hace el hombre; finaliza el poema: “¿Qué fue lo que escribiste / que se te oye reír y no se entiende?”. En el murmullo del río, en su corriente, como en toda la naturaleza, Dios nos habla de un modo callado, en voz baja, para respetar nuestra libertad, para no imponerse, pero habla y hay que poner el oído atento y juega con el hombre, disfrutando con su criatura. A este propósito, comenta un santo contemporáneo: 


El Señor está jugando con nosotros como un padre con sus hijos. Se lee en la Escritura “ludens in orbe terrarum” , que Él juega en toda la redondez de la tierra. Y Dios no nos abandona, porque inmediatamente añade: “deliciae meae ese cum filiis hominum” , son mis delicias estar con los hijos de los hombres. ¡El señor juega con nosotros!  


Y continúa el santo comentando que Dios conoce el corazón del hombre y sabe cuándo estamos cansados y apáticos o sin fuerzas, disgustados y sin voluntad o cuando nos resulta arduo cumplir con nuestro deber; entonces, Dios está cercano, aunque no lo veamos y es el momento de representar una comedia, divina comedia.


Y en este diálogo del poeta con Dios, que es oración, descubre la verdad de las palabras del Génesis en la Creación: “Y vio Dios que era bueno”  y canta que toda la creación llama a Dios y esa huella de Dios en las almas es una sed de Él, que las personas, al ver qué bien está todo, cuánto ha puesto Dios de sí en cada cosa, al ver la belleza del sol, del mar, de los bosques, de la luna, piensan que Dios debe ser eso tan bello; incluso los científicos y los hombres contemporáneos, también confunden la belleza de las obras de Dios con Dios mismo, pues puso tanto de sí mismo en sus obras, que todas ellas están hablando de su autor y nos dan sed de Él: 


EN BUSCA DE TI


Tan bien lo hiciste todo,

tanto de Ti pusiste en cada cosa

que muchos, al principio,

te confundieron con el sol naciente;

otros, con la vorágine del mar;

estos con el correr de cada río;

aquellos, con la sombra de los bosques

o con la madreperla de la luna.


Y hoy siguen confundiéndote

con cosas peregrinas,

como la exactitud de una ecuación

o la legislación del Universo,

o con los beneficios de una dieta

sin sangre y sin violar la madre Tierra.


Yo mismo te confundo

con el amor a las pequeñas cosas,

como mis libros, las iglesias viejas,

los dieciséis cuartetos de Beethoven,

los versos de Quevedo o de Rosales

o la película en sofá del sábado.


Y este fervor por endiosar el mundo,

este enredarte en tus propias obras

está diciendo que eres,

Señor, el agua que lo llena todo.

¡Y cuánta sed dejaste en nuestras almas!   


En otro poema el poeta se ve como un niño, que agradece tantos regalos de Dios: la luna, el sol, el agua, el árbol y los premios del bien, la vida, la familia, mis ojos…, que se ve desbordado:


MALCRIANZA


Me pasa como al niño cumpleañero

a quien lo colman tanto de regalos

que ya no sabe qué decir ni hacer.

Ese eres Tú, Señor, agasajándome:

para mí todo te parece poco.

Ya eran excesivas las estrellas,

pero Tú no, Tú a regalar la luna,

el sol, el agua, el árbol:

y venga a darme más: el bien, la vida,

mi familia, mis ojos. Y yo abriendo,

abriendo y arrumbando en un rincón.

¡Que yo no sé jugar a tantas cosas!

No voy a hacerles caso ni a cuidarlas.

¿No ves que soy un niño?    


Y el poeta se siente indigno ante la belleza de la creación, ve todo, el mar, la luna, el manantial, la flor, los amigos, y se ve a sí mismo y se considera indigno de recibir tanto regalo, en este soneto bellísimo:


SEÑOR, YO NO SOY DIGNO


¿También el mar, Señor? Yo no soy quién. 

¡Si soy muy poca cosa! No, peor:

soy malo. ¿Y vas a darme el resplandor

de todas las estrellas que se ven?


¿Me das la luna a mí? ¿Y el sol también?

¿Y el monte? ¿El bosque? ¿El manantial? ¿La flor?

¿Me das amigos? ¿Y me das amor?

¿Me das tu carne trémula en Belén


y rota en el Calvario? ¿Estás en Ti,

Señor? ¿Hasta qué extremo me amarás?

Que no, que yo no sé qué ves en mí


que das sin contenerte y das y das

el antes y el ahora y el aquí

y el más allá y el yo qué sé… ¿Qué más?


Y a partir de este poema, al que siguen varios más, Adverbio de afirmación, el ya citado Malcrianza, El portavoz del universo, Párvulo, Pecera y Magnificat, aparece más la figura de Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, la Segunda Persona de la Trinidad, como enlace con la segunda parte del poemario, que vamos a abordar a continuación.



II: CREADOR, PADRE Y REDENTOR MÍO


Comienza con un poema en versos endecasílabos con una forma estrófica de tercetos encadenados, Fruto, a modo de comentario de una cita de Fray Luis de León , que resalta a Cristo como Fruto, “porque es el fruto para cuya producción se ordenó y fabricó todo el mundo”. Es el Logos en la teología cristiana y canta el poema: “Tú fuiste su porqué. Tú fuiste el fruto”. Es el Logos, según el cual fueron creadas todas las cosas y el Hijo de Dios hecho hombre. Y eso manifiestan bellísimos poemas como La lágrima más grande y más azul, que comienza preguntándose “¿Y cómo es una lágrima de Dios?” y concluye: 


Es una lágrima que orbita al sol (…)

redonda y achatada por los polos,  

una gota que rueda para siempre

por la mejilla sin final de Dios.


Y con la luz de unas palabras de San Pablo en la Sagrada Escritura, “Todo fue creado por él y para Él”  se pregunta el poeta por El punto de vista de Jesús, Él que es Dios, ¿qué pensó?:


Cuando Jesús vio el Cosmos desde abajo,

cuando observó tus maravillas, Padre, (…)

¿Qué caviló desde sus ojos de hombre? (…)


Y la respuesta es clara para el poeta, de nuevo fundada sólidamente en la fe cristiana sobre la Creación, que es una obra del amor de benevolencia de Dios: podría no haber creado nada, pero Dios es un Amor que se desborda:


Lo amó, Señor, lo amó.

Amó la Creación hasta dolerle,

hasta que no le cupo en el vivir.

Amó todas las cosas

como si nunca las hubiera hecho (…)

se abrió el costado y se abrazó a su obra,

y vio desde aquí abajo

-desde el hombre-

Vio entonces que era bueno.


Y la Tierra, en el poema Relicario es ese “puntito despreciable” del universo, insignificante en comparación con las estrellas y los planetas y las galaxias, sin embargo, “esa mota / es quien se lleva la flor”, porque:


Esa mota azul y chica

contiene sangre de Dios.


Efectivamente, la Tierra en el poema titulado Sancta Sanctorum, es un relicario no por todas sus bellezas juntas, que canta hermosamente el poema, sino porque “la Tierra es el Sagrario que te guarda”, concluye el último verso, que enlaza con el siguiente poema, ya preparado en los dos anteriores: es un poema sobre la Humanidad Santísima de Cristo presente en la Eucaristía, titulado Está sucediendo ahora, que resalta la fe de la Iglesia Católica que afirma que en el momento de la Consagración de la Santa Misa, en la que Jesucristo, por las palabras del sacerdote, transforma el pan y el vino en su Cuerpo y en su Sangre y con ellos, se hace presente toda su Humanidad –Cuerpo y Alma- y su Divinidad. Esta verdad de la fe católica la expresa Daniel Cotta en unas décimas en octosílabos, aunque la rima en consonante no es la establecida por Vicente Espinel , sino más bien la de dos quintillas seguidas, que expresan su emoción porque “está sucediendo ahora”:


(…)   

¡Ahora, sí, en el lugar

donde esas manos al vuelo

acaban de convocar

el Señor de tierra y cielo

sobre el lino del altar!

Esa blancura que aflora

cariñosa y bienhechora

como una luna que sube

es Dios en carne de nube,

es Dios que baja en la aurora.

(…)

Dios está viniendo al mundo…

¡y está sucediendo ahora!



III. POCO INFERIOR A LOS ÁNGELES


Es el título de la tercera parte del poemario y aborda la creación del hombre, que a decir 

de la Biblia, citada por Cotta en el inicio de esta parte:


¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para darle poder? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies. 


En el primer poema, El universo es el que te busca, aborda la evolución hasta la creación del hombre; y en el siguiente poema titulado Adán, canta poéticamente la preparación que hizo Dios de toda la creación para que pudiera habitarla el hombre, y una vez que estaba todo preparado, pone en boca del primer hombre:


Entonces desperté. Al querer buscarte,

mi Bien, no te veía.

Pero en cada regalo que abrazaba

olía tu perfume todavía. 


Siguen poemas que agradecen a Dios la superabundancia de la Creación, que el poeta ve toda ella como un don y la agradece a Dios en Catálogo incompleto de la gratitud, que culmina con un anuncio de lo que será la cuarta parte del poemario, la vida eterna en Dios, que el poeta espera recibir como el don último de Dios y escuchar su voz de respuesta. También es un poema de gratitud este breve pareado, que es en sí mismo todo un hallazgo, titulado Vida:


Señor, no estoy viviendo.

Estoy desenvolviendo tu regalo.


El siguiente poema, El argumento redondo, es un soneto de confianza en Dios, Señor de la historia, a pesar de las crisis de la humanidad y a pesar de que no se encuentre sentido:


por más que nos parezca tan revuelto 

por mucho que se nuble el panorama (…) 

aunque no sepa hacia qué fin avanza, 

aunque no sepa aún para qué vine.


Y el poeta, se contesta a sí mismo, en diálogo de oración con Dios, pues es una oración de confianza en un Tú, que es Dios, aunque no se le cite:


Diríase que no, pero la trama

la tienes más que atada: la has resuelto.

(…)

tendrá su explicación cuando termine. 


Otro poema, A hombros, pide esa visión del sentido, con la ayuda de la mirada de Dios: 


Aúpame, Padre

que vea mi vida

subido a tus hombros,

tu punto de vista. 


En la búsqueda de ese sentido se descubre cómo en el fondo, todo es bendición de Dios, tanto el trino del jilguero como la sordera de Beethoven: El Dios de la alegría y el dolor.


Después de los poemas de acción de gracias y de petición de la visión sobrenatural, de la visión de Dios, vienen varios poemas de desagravio y reparación por las propias culpas y las de los demás, a modo de los Salmos de la tradición bíblica: Barro que quiere volar, en el que el poeta manifiesta que es de barro y que proviene del lodazal. Y Setenta veces siete, que resalta el perdón continuo de Dios, inspirado en el texto del Evangelio de San Mateo, 18, 21-35, pero

dado la vuelta: es Dios el que perdona al hombre setenta veces siete, y por eso el hombre ha de perdonar a sus semejantes tantas veces.


A continuación, el poeta busca a Dios en el universo y lo encuentra dentro de sí mismo. Esto representa el soneto La búsqueda y el poema Escondite, en el que Dios se esconde y se asoma entre la niebla; y El largo y sinuoso sendero, otro poema de búsqueda de Dios, a través de las huellas suyas que deja en la creación; y el poema Dentro, cuyo inicio canta: 


¿Sabes, mi Dios? Te imaginaba fuera,

nunca dentro.

Creí que estabas contemplando el Cosmos

y que lo sostenías en las palmas

como una bola de cristal nevado.

¡Qué equivocado! Donde estás es dentro, (…)


También el siguiente poema, A tu imagen y semejanza, muestra cómo en la creación del hombre, Dios se inspira en sí mismo:


Para hacerme, Señor, no te inspiraste en las estrellas.

(…)

Para hacerme, Señor,

Te inspiraste en Ti mismo.

Te miraste por dentro

y te sacaste el Dios,

me lo vestiste. (…)

Yo, Señor,

Estoy hecho de Ti.

¡Vamos a hacer el Universo juntos!



IV: NI OJO VIO


Esta última parte del poemario viene preparada por el último verso de la parte anterior, titulado El largo y sinuoso sendero: 


¿Nos falta mucho hasta llegar a casa?


El título proviene de una Carta de San Pablo que, inspirándose en un texto del Antiguo Testamento (Isaías, 64, 2-3), “resume el contenido de la sabiduría divina: el conjunto de dones que sobrepasan toda capacidad humana y que Dios ha preparado desde la eternidad para los que le aman” :


Ni ojo vio, ni oído oyó, ni pasó por el corazón del hombre, las cosas que preparó Dios para los que le aman .


Inicia esta parte un poema titulado Un hombre llamado Juan se frota los ojos en Patmos, sobre la visión del fin de los tiempos descrita por San Juan en el libro del Apocalipsis, mientras estaba confinado en la isla de Patmos, desterrado por la persecución del Imperio Romano. Y continúa con el poema Hasta que una nube lo ocultó a sus ojos, citando un texto de los Hechos de los Apóstoles, 1, 9-11, que narra la Ascensión a los Cielos de Jesucristo. Y en ese Cielo hay “un querubín armado que guarda el Paraíso”, que impide ver a las pupilas El décimo color del arco iris, el color de Dios:


Son las mismas pupilas incapaces 

de ver lo ultravioleta y lo infrarrojo;

tampoco captan el color de Dios,

el décimo color del arco iris.


Otros poemas bellísimos son diálogos, conversaciones del poeta con Dios, como Plan para enredar a Dios; y la respuesta de Dios a las oraciones de los hombres en Ciclo hidrológico o su consuelo ante las lágrimas de sus criaturas: Allí enjugarás las lágrimas de nuestros ojos. O su intervención para darnos la luz que necesitamos en el camino de la vida, en El orfebre de la luz.  


Hay poemas de las criaturas del Cielo, los ángeles, como El beso, que refiere el cuidado de estas criaturas celestiales a los niños: “niño del ángel que te guarda el sueño”. Y un poema que da voz a San Gabriel arcángel –Ensimismamiento de Gabriel-, que se pregunta después de la Anunciación a María, conmovido por la fe y humildad de la Virgen:


¿Cómo es que aún me dura la alegría?

(…) ¡Qué azul era 

el cielo en Nazaret esa mañana


Y también la creación de las almas desde el punto de vista de Dios y el dolor del poeta ante los embriones congelados, en el poema Formas de no nacer:


¡qué lágrimas saberte en esos tubos

que aguardan en los tanques de nitrógeno

(casi a doscientos grados bajo cero)

un vientre donde hacerse,

un cuerpo desde el que poder amarte! 


Los dos últimos poemas hacen referencia al fin de los tiempos, que para el poeta no son días tenebrosos ni temidos, sino esperados, la culminación de una vida en el poema Crisálida:


(…) cuando se cansen de girar los astros

y se extinga la llama del último lucero,

habrá llegado el tiempo de nacer,

habrá llegado el tiempo.

(…) 

Y donde siempre estuvo tu semblante

incógnito y secreto,

allí donde tus ojos de ahora nos contemplan,

allí te encontraremos.


Y termina con el poema Umbilicales, dedicado: “A Miguel, mi padre, alumbrado ya”:


Estamos en el útero terrestre,

gestándonos (…)


Este poema –Umbilicales- concluye pensando en el fin de los tiempos, cuando sucederá esta verdad consoladora:


y Dios nos tenga en brazos y nos meza.


El último poema, en el capítulo que hace de colofón con el significativo título de Sinfín, un notable soneto, es un canto de gloria y alabanza a Dios de Los coros del universo:


Lo sigues escribiendo, no se acaba.

Al Cosmos aún le falta el desenlace.

Va construyéndose según te place,

y siempre surge un verso que no estaba.


La Humanidad que te proclama Abba

a cada sol se hace y se rehace,

y cada niño que en la Tierra nace

es otra criatura que te alaba.


¡Más árboles, más flores, más nacidos!

¡Más vidas en las entrañas de tu historia!

¡Más llamados a Ti, más escogidos!


¡Más almas en las filas de la euforia

que aumenten con el son de tus latidos

el Salmo inagotable de tu Gloria!  



III. CONCLUSIONES


El poemario Alumbramiento, a nuestro juicio, constituye un hito en la poesía actual, primero por su bellísima riqueza estrófica: sonetos, décimas, silvas, romances, romancillos, etc y por la variedad de figuras poéticas: metáforas, aliteraciones y muchas otras.


En segundo lugar, Daniel Cotta demuestra con este poemario que se puede hacer poesía y alta poesía, con la materia de un conocimiento de la ciencia de la astronomía.


Y por último, y no menos importante, el autor demuestra un conocimiento profundo de la fe cristiana y, en particular, de los tratados teológicos de Dios Creador, De Dios Redentor y Salvador, de la Escatología y de la Sagrada Escritura. Y muestra cómo se puede escribir alta y sentida poesía con una profunda adhesión y amor a las verdades de la fe cristiana tal y como las propone la Iglesia Católica en su larga tradición y en su magisterio reciente.  



IV. BIBLIOGRAFÍA


ALIGHERI, Dante. La Divina Comedia. Ed. Bruguera. Barcelona, 1973.

BIBLIA DE NAVARRA. Ed. EUNSA. 2ª ed. Pamplona, 2008.

BUENAVENTURA, San. Itinerario de la mente a Dios. Ed. BAC. Madrid, 1945. 

COTTA, Daniel. Alumbramiento. Ed. Rialp. Col. Adonais. Madrid, 2020.

ESCRIVÁ DE BALAGUER, San Josemaría. Amigos de Dios. Ed.Rialp. Madrid, 2001, 28ºed

FAZIO, Mariano, Cinco clásicos italianos. La Divina Comedia... Ed. Rialp. Madrid, 2020.

LAPESA MELGAR, Rafael. Introducción a los estudios literarios.Ed.Anaya.Salamanca,1968

LUIS DE LEÓN, Fray. De los nombres de Cristo. Ed. Espasa Calpe. Madrid, 1960.

STEINER, George. Nostalgia del Absoluto. Ed. Siruela. Madrid, 2011.

TOMÁS DE AQUINO, Santo. Suma Teológica, De la creación. Ed. BAC. Madrid, 1959